Entrevista en vídeo
El cuidado emocional de la víctima.
Enfermero de emergencias, escritor y conferenciante.
Trancripción de la entrevista
Alberto Luque Siles (Villanueva de Algaida, Málaga) es Diplomado en Enfermería por la Escuela Universitaria de Ceuta, ciudad donde comenzó como profesional en la Unidad de Hospitalización a domicilio. Fue profesor en la Academia de Infantería de Toledo después de ingresar en Sanidad Militar. Fue trasladado a Yugoslavia y convivió con la postguerra en aquel país. Desde 2009 ejerce como enfermero de emergencias en la UVI Móvil de Alcázar de San Juan.
La pasión por su profesión y su continua formación le han llevado a participar como ponente en conferencias, charlas, cursos y congresos. Su pasión por la escritura se ha cristalizado en varios libros, entre los que destaca «Batallas de una ambulancia”. Libro en el que recoge vivencias personales ejerciendo su profesión como enfermero de emergencias sanitarias. En Batallas de una ambulancia Alberto narra de forma emotiva y sincera sus vivencias con diferentes casos a los que atiende durante el ejercicio de su profesión.
“Escribo y doy conferencias para recordarte que la persona debe estar en el centro. Apostar por las personas será la única vía que te hará crecer a ti y a tu organización”
Alberto Luque – enfermero de emergencias, conferenciante y escritor
En sus charlas, cursos y conferencias Alberto Luque trata sobre la gestión emocional, el trabajo en equipo y buenas prácticas para humanizar nuestras profesiones. Es uno de los mayores exponentes nacionales del cuidado emocional de las víctimas y enfermos. Se trata de un modo de entender la labor sanitaria desde el trato digno y humano al paciente.
La conducta para atender a las víctimas de un accidente de tráfico
JORGE.- En tu labor como enfermero de una UVI móvil, ¿qué pautas darías para, en un accidente de tráfico, cómo se debe atender a las víctimas?
ALBERTO.- Hay algo que es muy conocido pero poco practicado, la conducta PAS. Proteger, alertar y socorrer. Es una conducta que nos enseñan en las autoescuelas, en los colegios y que deberíamos de hacerla visible más todavía.
Vamos a aprovechar este foro para poderla difundir y consiste en proteger, protegerme yo, cuando yo. Cuando vamos por la carretera y vemos un accidente de tráfico, lo primero que tenemos que tener en cuenta es nuestra propia seguridad y evitar que ese accidente provoque más accidentes. Para ello tengo que poner mi vehículo fuera de la calzada, en un sitio que no moleste, a poder ser pasado el accidente.
Cuando salga del vehículo tengo ponerme el chaleco reflectante siempre, que es una constante que tenemos que tener en cuenta. Y señalizar el accidente con los triángulos pertinentes. Me acercaré al vehículo o vehículos accidentados y, si puedo, desconectar la llave del contacto y poner el freno de mano.
Una vez que haya hecho esto deberé de alertar: llamaré al 112 y en esa llamada es muy importante que demos la información adecuada. Nos van a hacer un montón de preguntas. No nos debemos impacientar porque todas son necesarias.
¿Qué información hemos de dar? Primero, número de vehículos que están implicados. Si es posible el número de pacientes o personas afectadas. Situación o visión generalizada de lo que ha pasado o está pasando, de cómo se encuentran esas personas, si hay alguna inconsciente. Y cualquier otra circunstancia agravante al accidente. Por ejemplo, líquido inflamable en la calzada, un incendio, etc. Es muy importante también la localización, si podemos indicar el punto kilométrico de dónde estamos. Seremos siempre los últimos en colgar y ese teléfono debe de quedar libre porque nos pueden volver a llamar, como alertante, para orientar a un servicio de emergencias, etc.
Es muy importante tener en cuenta que esas preguntas que nos van a hacer, porque nos impacientamos y es recurrente pensar que son muchas preguntas, son todas necesarias.
Y, por último socorrer. Aquí también es muy importante tener en cuenta varios aspectos. Primero, al motorista no se le quita nunca el casco, salvo que seas un experto socorrista o rescatista y sepas hacerlo. No sacamos a una persona de un vehículo, salvo que el vehículo esté incendiado y su vida corra peligro o se encuentre en parada cardiorrespiratoria y yo sepa reaccionar y, si no sé, no pasa nada. El centro coordinador, el 112, nos va a dar las pautas pertinentes para realizar una reanimación cardiopulmonar básica.
Como nota diré que si sacamos a alguien de un vehículo debemos tener siempre en cuenta que cabeza, cuello y tronco deben de salir en una misma línea, recta, para evitar lesiones medulares, si no las tiene en ese momento.
Y con esto hacemos un repaso: la conducta PAS, que es proteger, alertar y socorrer, es algo que debemos tener marcado a fuego en nuestra cabeza cuando tengamos un accidente o veamos un accidente de tráfico.
Causas frecuentes de los accidentes de tráfico
JORGE.- Tú que intervienes en muchos accidentes, ¿cuáles dirías que son las causas que ahora mismo son mayoritarias en los accidentes de tráfico?
ALBERTO.- Sí te digo en la actualidad, y a lo mejor no tengo datos certeros en la mano, te diría que la distracción puede ser la causa número uno. Y el motivo de esa distracción probablemente el teléfono móvil sea la estrella.
El alcohol, las drogas y la velocidad. Y no sé si el orden será el adecuado. Pero sí que estoy casi plenamente convencido de que la distracción puede ser ahora mismo el causante principal de los accidentes.
JORGE.- Y, ¿qué pautas podemos concienciar a la gente o enseñar a la gente para corregir esos motivos de accidentes de tráfico?
ALBERTO.- Bueno, yo creo que hay actitudes que hay cambiar. La primera empieza antes de arrancar el vehículo y es ponte el cinturón. Es triste que en el año 2018, el 20% de las personas que fallecieron en accidentes de tráfico no llevaran el cinturón de seguridad. Entonces es algo sencillo y que tenemos que interiorizar.
La segunda es que el teléfono al volante es cero. Y es nada. Si tienes el manos libres, porque está permitido. Pero el resto, nada. No merece la pena un mensaje. Sinceramente, ni una llamada merece la pena atenderla en ese momento.
Otra serie de actitudes que vemos al volante y comprometen la seguridad del conductor son mascotas sueltas en el vehículo. Sí, mi mascota la quiero mucho, pero mi mascota va atrás y va perfectamente anclada al vehículo o su espacio en ningún momento invade mi espacio.
Otra actitud que se podría decir que puede dar origen a accidentes y que es una verdadera pena es la costumbre, y más es por redes sociales por hacer la gracia, de llevar a mi hijo o a mi hija en el regazo conduciendo. Esto es algo que vemos no con mucha frecuencia en el tráfico pero sí que es una actitud en la calle.
La última sería no llevar nada suelto en el vehículo en la parte trasera. Cualquier golpe, cualquier objeto que lleves detrás va a salir disparado y es prácticamente un arma que te va a llegar por detrás.
Creo que esto son algunos consejos y recomendaciones que podemos dar.
Intervención en accidentes leves y en accidentes graves
JORGE.- ¿Sueles intervenir más en accidentes leves o en accidentes graves?
ALBERTO.- Por mera estadística más en leves. Hay más accidentes leves proporcionalmente que graves. Bien es cierto que en interurbanas o vías rápidas ahí atendemos más accidentes de atropellos a peatones y en vías interurbanas atendemos también salidas de vías y vuelcos o choques.
Entonces son más graves las salidas de vías, choques frontales a alta velocidad y estos son los más traumáticos, por supuesto.
El cuidado emocional de la víctima
JORGE.- En tu labor como enfermero de emergencias has creado una corriente de una labor integral dentro de tu trabajo, que es no es solamente asistencia sanitaria física, sino también emocional. ¿Cómo surge esta idea, esta corriente o forma de trabajar?
ALBERTO.- Más que una corriente yo creo que forma parte de nuestro propio ser y nuestra propia labor como sanitarios. Cuando atendemos a una persona, pongamos un tráfico, lo primero es salvar la vida de la persona, lo segundo será salvar la función u órgano que pueda estar afectado y lo tercero evitar secuelas.
Una vez que tenemos salvados esos dos “match ball”, por decirlo de alguna manera, llega el cuidado emocional. Esa persona está en el peor momento de su vida. La tenemos que trasladar en una ambulancia, que es un espacio hostil para ella. No sabe lo que le ha pasado, no sabe cuál será su futuro. Y es ahí donde, una vez que está estable, ha de entrar en funcionamiento esa parte actitudinal nuestra, esa comunicación, esa escucha activa, esa empatía con sus situación. Muchas veces una conversación tranquila donde le informamos de la realidad, sin mentir y sin paternalismos, sin aventurarnos a cosas que van a pasar, simplemente con eso el paciente se tranquiliza.
Esto hace que su estado vital, su frecuencia cardíaca y su presión arterial bajen. Y probablemente todo esto repercuta en su recuperación. Entonces tenemos que velar por salvar la vida y por evitar secuelas. Y yo creo que ese trato emocional, ese apoyo psicológico en ese momento tan dramático ha de formar parte, y de hecho forma parte, en toda asistencia sanitaria que se da en España.
El día que cambió su vida
JORGE.- ¿Qué momento de tu vida hace que veas la importancia de esa atención emocional?
ALBERTO.- Para mi hubo un antes y un después de un aviso en concreto. Un aviso en donde una niña dijo adiós, falleció. Una niña de un año. Y, después de una pelea intensa de una hora y media, el equipo se derrumbó. Nos colocamos en una habitación preciosa y lloramos los cuatro. Porque somos humanos, no somos ni de hierro ni de acero. El padre fue a una habitación contigua y trajo a la hermana gemela de aquella cría que había fallecido y, con una hija viva en una mano y con una hija recién fallecida, en la otra se acercó a nosotros y vino a darnos ánimos. Él a nosotros. Primero vino a decirnos que ella quería darnos un beso de despedida y darnos las gracias porque le habíamos dado una oportunidad aunque no había podido ser, pero le habíamos dado una oportunidad muy bonita.
Entonces, nos pidió un favor. Que nos recuperásemos allí, antes de salir de la casa, porque al poner un pie fuera otro niño u otra niña nos podría necesitar y tendríamos que darle la misma oportunidad que le habíamos dado a ella.
A mi aquello en aquel momento me supuso un trauma que fue peor a posteriori. Yo no supe gestionar bien la emoción que es la pena y caí en una depresión de unos siete u ocho meses hasta que, gracias a una ayuda psicológica, de un psicólogo y de una psicóloga, me ayudaron a entender un montón de cosas. La primera es esa: las emociones ni son buenas, ni son malas. Somos seres emocionales aunque seas sanitario de emergencias.
Yo había vivido en mi trayectoria profesional como sanitario militar la postguerra yugoslava y me creía vacunado o inmune ante cualquier situación que pudiese vivir en esta vida o en la siguiente. Y no. Fue un padre con una hija que acababa de fallecer y con otra hija viva, el que me enseñó que la coraza que yo pueda poner delante de un paciente no sirve para nada. Y tampoco aporta nada.
A raíz de ahí, y analizando lo que me pasó, gracias también a la escritura porque yo de ahí salí escribiendo, entendí esa actitud a disposición de nuestros pacientes. Conocimiento basado en la evidencia científica. Habilidad en la técnica. Pero, nunca olvidar esa comunicación de escucha activa, esa empatía, esa asertividad, el sentido del humor. A mí me gusta integrar y desde que lo hago yo me siento más feliz. Y creo que aporto más valor.
Es una forma de trabajar con la que se siente cómodo todo el equipo y es lo que yo hago. Yo predico lo que yo hago. Yo lo cuento y si sirve de ejemplo, y de aliento al resto de compañeros, yo encantado.
¿Cómo ha influido Alberto Luque a sus compañeros en el cuidado emocional?
JORGE.- Te iba a preguntar sobre todo por esto. Potenciar la parte emocional y la parte de escucha activa y de preocupación por el paciente en la parte emocional, ¿crees que ha influido en tus compañeros a la hora de realizar su labor?
ALBERTO.- Lo hago primero por mi y por el paciente. Y cuando tú cuentas las cosas desde la verdad, cuando haces una cosa y la demuestras y tus compañeros ven que eso funciona, pues se contagia. Efectivamente.
Yo creo que no es que sea gracias a mi. Yo no creo que sea el primero ni el único. Somos muchos los que creemos en esto de que la actitud forma parte de esa ecuación de conocimiento, habilidad y actitud. La actitud es imprescindible. Y, por supuesto, hacerla visible ayuda para que otros compañeros imiten y se sumen. Cuando lo hacen, el feedback que te dan es que son más felices en el trabajo, a pesar de mil pesares, malos turnos, recortes, etc., pero ahora se sientes más cómodos trabajando y más felices.
el tema principal de sus charlas, cursos y conferencias
JORGE.- Al citado tu conferencias, charlas y cursos, ¿cuáles son los puntos clave que te gusta potenciar?
ALBERTO.- Mis conferencias, charlas y cursos se basan en algo experiencial. Básicamente cuento mi historia, narro lo que a mí me pasó, por ejemplo, en aquel día en el que todo cambió para mí, en aquella despedida de aquel ángel, Blanca, se llamaba. Narro cómo yo salí escribiendo y de la mano de la psicología. Cómo en un momento de mi vida llegué a pensar que no merecía la pena continuar, ni trabajando, ni casi ni viviendo.
Es muy triste pero es un trabajo que me costó muchísimo esfuerzo conseguir, llegar a subirme a una UVI móvil no fue fácil a nivel formación y oposiciones y quería tirarlo todo por la borda. Y gracias el apoyo de la psicología salí fortalecido de aquello. Salí aprendiendo que la actitud se estudia, se aprende, se pone en práctica, se corrige y es eso lo que yo pretendo plasmar en esas charlas.
Lo que decía antes: que en la ecuación nunca nos falte la actitud. No somos robots, no somos acero. También trato de transmitir que no somos superhéroes, que también sufrimos como el resto de los mortales y que si me llamas superhéroe me cargas con una presión que no me corresponde y que a lo mejor no soy capaz de llevar. Llámame sanitario que procura hacer las cosas bien. Y que luego gestiona sus emociones.
También procuro enseñar a los compañeros que las emociones ni son buenas, ni son malas. Que te puedes encontrar en la situación en la que sientas ira hacia una persona. A mí me ha pasado muchas veces cuando hay violencia contra un niño, una mujer, violencia en general. Y sientes una sensación de querer venganza, porque la ira es natural. En ese momento, tu emoción queda en un plano y sobre ese plano pones pensamientos y pones acción. Y yo creo que es importante que todos pensemos que ese pensamiento y esa acción, debemos ponerlos en cualquier faceta que hagamos, porque podemos dominar nuestras emociones, sin negarlas.
¿Cómo nace su vocación por la escritura?
JORGE.- Alberto, ¿cómo nace tu vocación por la escritura?
ALBERTO.- Bien, yo escribo desde siempre, desde mi época de estudiante. La necesidad de escribir se agudiza en aquella posguerra yugoslava. Di salida a lo que allí viví a través de la escritura. Pero fue a raíz de poner un pie en la ambulancia cuando yo me decido a plasmar lo que vivo en cada guardia al día siguiente, con una intención técnica, porque yo quiero aprender a ver lo que ha pasado en cuanto evolución médica, estos son los síntomas, etc., y yo lo utilizaba para aprender.
Hasta que sucedió aquello que comentábamos con Blanca. A partir de ahí, y con el apoyo de la psicología, empecé a escribir como terapia. De la terapia he pasado a escribir tratando de lanzar un mensaje y de sacar conclusiones de vida que sean útiles a mis hijos, y a quien quiera leer, aquello que vivimos dentro de una ambulancia, donde vivimos situaciones en las que la clarividencia se hace absoluta, es decir, cuando ves tu vida en el hilo.
Yo siempre me comunico con mis pacientes si las circunstancias lo permiten y ellos vuelcan en ti una cantidad de sabiduría que a mí me parece indecente dejar pasar. Por eso la plasmo negro sobre blanco, intentando sacar conclusiones.
Batallas de una ambulancia
JORGE.- Así empieza y nace la idea de los libros de los que eres autor, Batallas de una ambulancia, donde recoges lo que nos comentas, circunstancias, hechos concretos, accidentes de tráfico, intervenciones de ambulancia en todo tipo de hechos traumáticos. ¿En qué te basas para elegir un caso en concreto para plasmarlo?
ALBERTO.- En Batallas de una ambulancia I y II son libros que recogen casos de avisos reales, donde se respeta la intimidad absoluta del paciente. No hay datos clínicos de ningún paciente que sean reales y mezclo varios avisos para que nadie se identifique en uno concreto. La intención con la que yo narro cada uno de ellos, como infartos, ictus, y las mil circunstancias que atendemos es una y muy clara, es sacar una conclusión, una reflexión, qué podemos cambiar nosotros para no encontrarnos como protagonistas de esa historia. Básicamente esa es la esencia de estos libros.
Pretendo trasladar esas conclusiones y reflexiones que a nosotros nos deben hacer pararnos y pensar en qué puedo hacer yo para que esto no me pase a mí. Esta es un poco la idea general del libro.
JORGE.- Cuéntanos algún caso que destaques en tus libros.
ALBERTO.- De tráfico narro muchos, porque hay muchas situaciones que nosotros vemos con frecuencia y serían evitables. Narro muchos casos de patologías cardíacas porque también los vemos. Muchos casos de ictus, de anorexia. Todos me gustan, especialmente me gusta un parte.
Yo soy “padre” de cinco partos. Y hubo un caso muy bonito de un niño que nació en un domicilio, porque atendemos en domicilio o vía pública. En aquel caso la madre decidió que sus dos hermanos mayores presenciaran el parto a pie de cama. Un niño de ocho años y otro de seis años que vieron como su hermanito salió y lloraba. Fue un caso especialmente bonito.
Hay avisos especialmente bonitos también cuando atiendes a una persona con parada cardiorrespiratoria y el monitor marca esa línea continua y gracias a tu trabajo, a tu esfuerzo, al del equipo siempre; el monitor empieza a latir. La vida ha vuelto. No te queda otra que creer en la magia de la ciencia porque estás aplicando ciencia para devolver la vida.
Son casos que, como aquellos con esas personas con discapacidad psíquica que tanto cariño nos dan, que para mí son seres muy especiales, también los narro. Hubo un aviso en concreto donde atendí a un chico que yo llamo Gonzalo, en el que lo único que tuve que hacer fue cantarle una canción que yo cantaba a mis hijos cuando eran pequeños y es la canción de Marco, en un puerto italiano. Fue lo único que hice en ese día. Aquello sirvió para tranquilizarlo.
Tengo muchos más casos, porque anécdotas hay graciosas, pero libros sin chiste fácil, donde no hay nada de morbo. También hay anécdotas graciosas aunque no son libros de anécdotas.
Hay casos de tráfico donde hay una mayoría de casos relacionados con el consumo de alcohol. Casos en los que, al final, alguien en un momento determinado cuando ya has dejado al paciente en el hospital y sales fuera para hablar con la gente, alguien dice “por qué no le quitaría las llaves”. Entonces eso me lleva a mí a esa reflexión, a decir, “si estamos de fiesta y vemos que alguien va a coger el coche, más vale una pelea ahora que una vida de lamentos”. Es una conclusión que yo saco que la vida me ha puesto delante. Que es preferible pagarle el taxi, llevarle a un taxi y ya le pagará su familia cuando llegue a casa. Y eso somos todos quienes tenemos que aportar ese granito de arena.