El método Kaizen (palabra japonesa que combina los términos “bueno” y “cambio”) es un sistema que basa el progreso en ir acumulando pequeñas y constantes mejoras que, a largo plazo, suman unos grandes beneficios. Este método surgió en la industria de Japón, en la que grandes empresas, como Toyota, consiguieron inmensos avances en la recuperación del país después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, este caso en concreto, el de Toyota, se estudia en las escuelas de economía y empresa como ejemplo de aplicación del método Kaizen. Los dos factores clave del concepto son la gradualidad y la continuidad. Las pequeñas mejoras se deben ir sucediendo consecutivamente en el tiempo, lo que supone que nunca se deja de mejorar, avanzando así hasta el objetivo marcado.

Aplicando el método Kaizen España está mejorando sus datos de siniestralidad año a año. Es verdad que son cifras todavía inaceptables (alrededor de las 1.000 muertes al año), pero está claro que estamos en una clara tendencia a la baja. Lejos quedan las casi 7.000 muertes de 1990, o las casi 2.500 muertes de 2010 (España ha reducido la mortalidad en accidentes de tráfico un 80% en los últimos 30 años). Ahora mismo nuestro país se sitúa como uno de los países europeos con menos mortalidad en las carreteras. Suecia lidera este ranking, con 22 fallecidos por millón de habitantes, mientras que España, en cuarto lugar, presenta 29 por millón, mejorando así las cifras de países como Francia o Portugal. Hay que destacar que el objetivo de la Unión Europea es llegar a cero fallecidos en el año 2050.

Las mejoras constantes para reducir la siniestralidad y la mortalidad en las carreteras españolas han sido:

  • Mejora de carreteras e infraestructuras: inversiones enfocadas, principalmente, a la reparación de carreteras en mal estado, eliminación de puntos negros, avisos de tramos de especial peligrosidad e instalación de radares (fijos y móviles).
  • Sanciones y condenas más severas: tanto las sanciones administrativas como las condenas penales han visto incrementada su dureza. Destacar aquí el incremento de la sanción de puntos por manipular el teléfono móvil durante la conducción, o la legislación de delitos como el delito de omisión del deber de socorro, el delito de fuga o los delitos de conducción sin carnet, conducción temeraria o negativa a someterse a las pruebas de sustancias.
  • Mayor concienciación social: más información al alcance de los conductores, mayor implicación de la administración en charlas y seminarios, así como la ayuda a las entidades que se dedican a la divulgación y enseñanza, aumento de los controles en carretera, tanto de velocidad como de sustancias.
  • Mejora en los sistemas de seguridad de los vehículos: sillitas de retención infantil, mejora en los materiales utilizados en carrocería de los vehículos, sistemas de frenado, etc.
  • Avances tecnológicos, como las llamadas rápidas a emergencias gracias a los teléfonos móviles y sistemas integrados en los vehículos, asistentes a la conducción, limitadores de velocidad, etc.

Sin embargo, aunque nos demos palmaditas en la espalda unos a otros por el camino recorrido, el objetivo aún está muy lejos: CERO VÍCTIMAS. ¿Utópico? Quizás. Pero es nuestra obligación. Los accidentes de tráfico siguen siendo una tragedia semana tras semanas. Todos los lunes nos despertamos con bochornosas cifras de fallecidos durante el fin de semana. Rara vez un siniestro vial es inevitable; por eso decimos que todos son evitables, porque si todos sumásemos, a final de año las cifras que leeríamos serían muy distintas.

Por muy difícil que parezca llegar a cero víctimas, podemos alcanzarlo, y el camino marcado es el correcto: ir sumando mejoras que, finalmente, nos hagan llegar al objetivo. Debemos continuar invirtiendo en infraestructuras, endureciendo las sanciones y las condenas, apoyando a las empresas, asociaciones e instituciones dedicadas a la divulgación y formación vial, así como tener fe ciega en la tecnología, que ya ha demostrado salvar vidas.