Desde muy pequeño me aficioné al futbol, vistiendo camisetas de varios equipos: Real Sociedad, Sevilla, Real Madrid y algunos otros. No me importaban los colores, ni las rivalidades, me gustaban los valores que representaban algunos jugadores emblemáticos de cada equipo. Seguía la prensa deportiva, leía con entusiasmo las crónicas de los partidos y veía en Televisión los resúmenes de las jornadas, las jugadas, las polémicas y los goles.

Un sábado, con trece o catorce años, descubrí la radio deportiva en mitad de una jornada de Liga. Recuerdo que enchufé la radio, la sintonicé y lo primero que apareció fue el programa Carrusel Deportivo. No recuerdo con qué intención encendí la radio, pero sufrí un flechazo automáticamente con el programa. La gente que hablaba al otro lado del transistor desprendía una energía y una vitalidad contagiosas. Quedé por horas en silencio, eufórico, escuchando. Recuerdo negarme a bajar con mis amigos a jugar a la pelota por seguir escuchando la radio. Quedé enganchado, no sólo por su forma de entretener al público, sino por su forma de ver la vida. Ese entusiasmo, energía y vitalidad que desprendían eran solo el resultado de su forma de entender la alegría que es vivir. Se cantaban los goles de una forma diferente, las tertulias eran vivas y chispeantes y los colaboradores se trataban prácticamente como amigos en un bar. Ese día quedé enganchado de por vida a las voces de Paco González y Pepe Domingo Castaño, voces que, todavía, a día de hoy, 20 años después, sigo escuchando cada fin de semana. En el año 2010, cuando gran parte del equipo que trabajaba en la Cadena Ser haciendo Carrusel Deportivo se fue a Tiempo de Juego, en la Cadena Cope,  yo les seguí, me sentí uno más de ellos, y nunca más volví a sintonizar la Cadena Ser. Elegí seguir escuchando a aquellos que casi me hicieron repetir cursos académicos por tirarme horas y horas escuchándoles en mitad de las épocas de exámenes. Elegí seguir escuchando, entre otras y sobre todo, la voz de Pepe Domingo Castaño, cada fin de semana, cada partido de Champions, cada partido de la Selección Nacional.

Hasta que se me acaben las palabras

Supe que Pepe Domingo Castaño publicaba el libro de su autobiografía a través de Mar Cogollos, directora de la Asociación para el Estudio de la Lesión Medular (AESLEME). Tuve el placer de conocer a Mar hace un par de años, en una charla-entrevista que publicamos en el canal de YouTube de LegalCar en el que entrevistamos a personas que ayudan en el sector de los siniestros viales, independientemente de la rama de la que procedan. En la entrevista con Mar hablamos de seguridad vial, de los retos del futuro en esa materia, de lo que hemos evolucionado en los últimos años, de lesiones graves en accidente de tráfico y, sobre todo, de la vida.  Una publicación en las redes sociales de Mar me chivó de la publicación del libro de Pepe Domingo Castaño, ya que los beneficios del libro serán donados, en parte, a AESLEME. De algún modo todo eran señales.

No dudé en adquirirlo y devorarlo en cuestión de horas para conocer más sobre el presentador de radio que me había acompañado durante casi toda mi vida. Me alegró conocer de su infancia en su querido Padrón, saber de sus noches de fiesta, su viaje loco a Gijón (en el que, al volver, sufrió un accidente de tráfico), su música y toda su vida en radio y televisión. Conocí más detalles sobre su escalada al estrellato de la música y de la radio, de cómo fue la abrupta ruptura con la Cadena Ser e, incluso, como vivió el comienzo de la pandemia del coronavirus. El libro me hizo reír, emocionarme y también reflexionar. Reflexionar sobre valores como el amor, la humildad, la gratitud, la perseverancia, la valentía, el perdón y la lealtad. Ahora recomiendo su lectura a todos aquellos apasionados de la vida y apasionados del amor (ya sea a una persona o a una profesión).

autobiografia de pepe domingo castano